Hay muchas cosas que no entiendo de los gatos que viven conmigo. La primera de todas es que cuando hay que dormir, desaparezcan por una puerta, que no sé a que habitación lleva, y tarden mucho en volver;y que cuando hay que estar activo, correteando y jugando, se vayan a su cesto a dormir.
A mi este cesto me gusta mucho para mis siestas… ¡Es tan amplio y mullido! Incluso duermo ratos por la noche con ellos que me saben muy ricos…pero me aburro, ¡que no es hora de dormir! Y aunque intento jugar con ellos y despertarlos no hay manera; se enfandan y me sacan de la habitación. Total, porque le muerdo la oreja y meto mis uñitas en el pelo de la gata. ¡Encima que le peino!
Sé que son gatos porque hacen lo mismo todos los días. Igual que yo giro siempre por el mismo camino, antes de ir al comedero, ellos se levantan a la misma hora y hacen las siempre las mismas cosas. Suenan unos ruidos al lado de su cesto, protestan, se levanta la gata, hace cosas ruidosas en la cocina y cuando ella se va a la "habitación misteriosa", él se levanta y hace lo mismo pero más deprisa.
Y yo pienso cuando suena el ruido, "será que es hora de jugar"; y voy a su cesto con el juego que más me gusta… ¡la pelota de papel! Les llevo la pelota en la boca, la dejo en el cesto y espero a que me la tiren…¡Fiummmmmmm! ¡Salgo pitando a por la pelota y la vuelvo a traer! ¡Qué divertido! Y así una y otra vez.
Por eso no entiendo que en ciertos días raros, en los que curiosamente no suena el ruido estridente, les lleve la pelota a mi hora y… se enfaden y farfullen; encima rompen su costumbre y no se levantan. Yo insisto e insisto, todo el mundo sabe que las costumbres son sagradas para un gato, pero lo único que consigo es que me engañen y, cuando vuelvo con la pelota de papel, me encuentre la puerta cerrada. ¡Qué contrariedad! A ver si aprendo a abrirla porque nos quedamos los tres sin jugar.
El "Gran Gato" se ha inventado un mote para mi en estos días raros… Me dice "cat-bron"… Ya ves tú, que ocurrente…
Miauuuu
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