Todas las noches, cuando los "gatos gordos" se reúnen en torno a sus cuencos para cenar su pienso, yo me acerco por ahí a ver que cae.
Está claro que comemos diferente marca de pienso, mi olfato nunca me engaña. Me pregunto porque el suyo huele mucho mejor que el mío.
El pienso de los "gatos gordos" a veces huele a carne, otras veces a gambas o a aceitunas. Mi pienso huele a pavo o a pollo y siempre sabe igual.
¡Y es que su pienso parece tan apetitoso!
No me puedo resistir. A la hora de la cena, cuando veo que "mi gata" está distraida, salto a su regazo y le intento robar algo.
El "gran gato" siempre está vigilante y con su voz de trueno me advierte -"¡No! ¡Copi! ¡Deja eso!-
¡Pero es que huele tan bien!
Alguna vez he conseguido una gamba, o un trocito de fiambre. ¡Bocados deliciosos del cielo!
Uno de estos días me armaré de valor y hablaré de tú a tú sobre este tema al "gran gato". ¡Ya está bien de que ellos tengan la marca rica de pienso! ¡Ya va siendo hora de cambiar los sacos!