Mi "gata-abuela" colabora como escritora en una revista del pueblo, San Lorenzo de El Escorial, y uno de estos días se le ocurrió escribirme una historia.
A mi me ha hecho mucha ilusión, pero yo creo que menos que a "mi gata".
Como buena escritora se ha permitido alguna que otra licencia literaria… Porque aunque sí recuerdo algún accidente con su sofá, como más adelante se menciona, no es así con la escoba.
¡Espero que os guste!
Ana y su novio han decidido interrumpir su noviazgo y darse un respiro. Para no sentirse sola ha decidido adoptar un gato.
…"Y el día de San Antonio Abad, patrón de todos los animales lo llevaré a la procesión con un lacito rojo, para que lo bendiga el Párroco".-dice sentada frente al ordenador-.
Por Internet conecta con una Asociación que se ocupa de animales abandonados. En esta Asociación se muestran fotografías de diferentes gatos y queda prendada de uno que se llama Copito. En su ficha consta: Gato común europeo blanco, boina negra, nariz y rabo negros, seis meses, abandonado en un solar. Lugar de recogida: Perrera Municipal de San Lorenzo de El Escorial. A su ingreso presenta desnutrición, contusiones y una herida en la pata derecha.
Ana se pone en contacto ocn ellos y le dan cita para el día siguiente. Cuando llega, la recibe el veterinario que manda traer el gato a un empleado del Centro.
"Bueno, pues aquí está Copito, en cuanto engorde un poco será precioso".
El pobre gato solo tenía pellejo y apenas si podía ponerse en pie. El veterinario, pone a Copito sobre el hombro de Ana; el gato la huele, se acurruca en su cuello y ronronea, era la señal de que la aceptaba como su ama.
"Bien, pues solo tiene que responder a unas preguntas y mañana se lo puede llevar", -dice sonriendo el veterinario. Ana sube al pueblo y en la tienda de Segundo ocmpra un transporte de gato, la camita, el comedero, unos juguetes y comida especial para gatos con poco peso. Y al día siguiente, firma un montón de papeles, coge a Copito y le da su primer paseo en coche.
A los cuatro meses de la llegada de Copito, Ana tuvo que ir quince días a Barcelona y entonces llevó al gato a una "guardería". A su regreso lo recogió, pero estaba más delgado y muy triste; su veterinario diagnosticó anemia y depresión. Por lo que decidió que Copito no volvería a una guardería.
Pasaron un par de meses y le salió otro viaje por motivos de trabajo. Fue entonces cuando pensó en mí para cuidar al gato. En unas horas mi casa se llenó con los bártulos de Copito. Me dio las instrucciones pertinentes y me deja muy sorprendida cuando me dice:"-Copito es tranquilo, si hace alguna trastada, le señalas lo que ha hecho diciéndole:¡Eso no se hace, no se hace!".
Todo fue bien hasta que un día me dejé la puerta del salón abierta-"¡Ah, mi sofá de nudosde mil doscientos euros!"-grité llevándome las manos a la cabeza. De los brazos del sofá colgaban los hilos como si fueran espaguetis. Sin pensarlo me fui por la escoba le di "suavemente" dos pequeños escobazos, y le dije:"¡Esto no se hace Copito, esto no se hace, y cuando venga tu ama se lo cuentas!".